No me preguntes (Estilo novela corta)
No me preguntes (Estilo novela corta)
—Quiero terminar.
Te vi seriamente.
Eran las dos de la madrugada. La sensualidad se denominaba en este tiempo. El tiempo de la sensualidad era nuestro favorito, muchas veces esperábamos pasarlo. Yo decidí qué decirle a ella cuando venía este tiempo tan significativo. Sólo en este tiempo de la sensualidad pensé que podía decirle la verdad. Hasta que viniera este tiempo, lo pasábamos siempre juntos.
Inesperadas palabras perturbaban su emoción.
—Pero ¿por qué? —Su voz era muy fuerte, y, llena de emoción, era incontrolable. Además, su actitud expresaba que no comprendía nada de mis palabras.
En aquella situación yo no podía expresar cómo era, porque sus ojos expresaban la situación, y esa fue la primera vez que lo vi.
Sus ojos comenzaban a tener el sentiminto del odio.
El sentimiento del odio no se creaba inmediatamente en ella.
El sentimiento del odio necesitaba tiempo para acumularse en su complicada emoción.
Cuando sentí el odio, reconocí que ella tenía ese sentimiento hacia mí. Pensé que nosotros perderíamos un sentimiento en común. Intencionadamente, yo ignoraba el color del odio de sus ojos, porque quería terminar con todo.
—Porque ya no te amo.
En el interior de ella misma, el odio se transformaba en una figura de desengaño. Entre nosotros dominaba un pesado silencio, el aire era muy frío, incluso con el calor de una noche de verano.
En mis ojos se reflejaba su rostro, que estaba perdiendo las palabras. Yo sabía que en este mundo habría un espacio donde no existían las palabras.
El silencio era así.
El pesado aire se multiplicaba en el espacio y yo no podía aguantar un espacio como encajado.
Sentí que no podía más estar en su habitación.
Por eso decidí salir.
En este momento su habitación ya no era un lugar dulce sino amargo.
No le decía nada porque pensé que sería mejor sin conversación.
Mantenía un sentimiento de corazón frío, abrí la puerta de la pesada habitación. Justo antes de salir de su habitación regresé a ver adentro. Dos vasos vacíos estaban en la mesa. Los colores rojos se quedaron las en orillas de los vasos. Me impresionaba esta imagen que vi.
Salí.
La voz baja le dijo:
—Adiós.
Y ella me dijo:
—Eres absurdo.
Por el cierre de la puerta se interrumpió la alta voz de ella
Después de haber cerrado la puerta, el espacio se exponía totalmente diferente. No había ningún sonido. Este espacio, como las olas, se iba lejos. Desapareció todo ese sentimiento que tenía justo antes. El espacio era como un ente separado entre la habitación y el pasillo por sola una puerta.
Yo pensaba: ¿es verdad que sólo existe un espacio?
Yo creía que había varios.
“No sé cuantos”, yo diría en mi monólogo interior.
Comenzaba a andar por el pasillo, aún el silencio completamante dominando.
En este lugar y tiempo sentí el silencio de la eternidad.
La eternidad que nunca escapa por ella.
Sentí algo horroroso.
El sonido del ascensor hizo eco en el espacio.
De repente la pasada imagen se me ocurrió.
E interrogaba a mí mismo.
¿Que éramos?, ¿no éramos nada?
Contestaba a mí mismo para dejar la imagen del pasado. Solamente pasábamos tiempo para evitar la soledad y decíamos solamente las parabras “te quiero” para escapar de estar solos.
Fuimos… nada más.
Fingimos todo, fingimos lo divertido, fingimos reír hasta que amar también pretendíamos.
Por ende éramos nada.
Esta era mi respuesta.
Creía que no había habido nada de verdad entre nosotros, todo era Pseudo.
Esta era la verdadera figura de nosotoros.
Cuando pensé esto, el ascensor llegaba a la planta baja.
Me preocupaba el tiempo, vi mi reloj y pensé,
En esta madrugada, ¿podré coger un taxi?
Con mi preocupación salí a la calle. No había ningún taxi ni nadie andaba. En la ciudad había una calma como un horroroso fantasma que vivía. Como el nombre del fantasma era el silencio. Pero este horroroso silencio, yo lo sentía muy agradable, porque por fin yo podía obtener estar sólo con el silencio y la tranquilidad. Ni tampoco tenía inquietud por el futuro.
Comenzaba a andar.
Andaba algunos minutos pero no corría ningún taxi.
Cuando entraba más en el centro de la ciudad, ya me acostumbraba a este silencio.
La ciudad parecía que estuviera durmiendo.
En la dormida noche, a las tres era difícil encontrar un taxi aun en una ciudad metropolitana.
De repente comenzaba a llover en silencio; la ciudad se coloreaba ligera de color blanco. Al principio era muy floja, muy sensible, por eso esta lluvia era muy agradable en la noche de verano. Por siempre la lluvia del comienzo de verano es un alivio del calor del verano. Aquella noche también aliviaba ligeramente el calor.
Mientras, siguió la noche de silencio. Sin embargo, la lluvia poco a poco se volvía fuerte. La nube de la noche gris era muy baja y chocaba con el color de la oscuridad de a las tres de la madrugada.
Inesperadamente, una gota de lluvia caía en mi mejilla.
Esa gota se derramaba como la lágrima mía.
Yo no borraba esta gota porque quería pretender llorar por el recuerdo del pasado.
Con mi pseudolágrima andaba.
Pasaba un taxi, pero estaba muy lejos de mí. Y luego, cuando desapareció el taxi, otra vez dominaba el profundo silencio de la ciudad. En la lluvia de verano yo dialogaba conmigo mismo.
“¿Ha ocurrido algo en mí?”
“¿Era verdad que fue la nada?”
“Como siempre yo era la nada, ¿no?”
“Con ella tampoco yo era nada, ¿no?”
“Solamente no quería pasar tiempo estando solo”.
“Nada más”.
“Pretendí todo”.
Sí que soñabamos mucho el futuro, pero ya todo había sido el pasado, como un viento que sale. El viento que no podía obtener ni tampoco detener. A partir de pensar esto, sentí la soledad como nunca la sentía. Pero esto era lo que yo deseaba desde hacía largo tiempo.
En la soledad también reconocí la figura de pasado y la figura del Pseudo. Con estas figuras ya el tiempo estaba acercándose a la mañana.
En la ciudad tenía una premonición del sonido de comienzo de un nuevo día.
La lluvia seguía cayendo muy fuertemente con la claridad de la fuerza de la naturaleza.
En la fuerte lluvia sentí que la existencia humana sólo había ocurrido en un fenómeno,
y todo consistía en el mundo acompañado del pseudo.
Pensé que mi vida es solamente correspondiente de los fenómeno pseudo, nada más.
Por eso quería decirte: “no me preguntes por qué te dije ’adiós’”.
No me preguntes (Estilo novela corta)
—Quiero terminar.
Te vi seriamente.
Eran las dos de la madrugada. La sensualidad se denominaba en este tiempo. El tiempo de la sensualidad era nuestro favorito, muchas veces esperábamos pasarlo. Yo decidí qué decirle a ella cuando venía este tiempo tan significativo. Sólo en este tiempo de la sensualidad pensé que podía decirle la verdad. Hasta que viniera este tiempo, lo pasábamos siempre juntos.
Inesperadas palabras perturbaban su emoción.
—Pero ¿por qué? —Su voz era muy fuerte, y, llena de emoción, era incontrolable. Además, su actitud expresaba que no comprendía nada de mis palabras.
En aquella situación yo no podía expresar cómo era, porque sus ojos expresaban la situación, y esa fue la primera vez que lo vi.
Sus ojos comenzaban a tener el sentiminto del odio.
El sentimiento del odio no se creaba inmediatamente en ella.
El sentimiento del odio necesitaba tiempo para acumularse en su complicada emoción.
Cuando sentí el odio, reconocí que ella tenía ese sentimiento hacia mí. Pensé que nosotros perderíamos un sentimiento en común. Intencionadamente, yo ignoraba el color del odio de sus ojos, porque quería terminar con todo.
—Porque ya no te amo.
En el interior de ella misma, el odio se transformaba en una figura de desengaño. Entre nosotros dominaba un pesado silencio, el aire era muy frío, incluso con el calor de una noche de verano.
En mis ojos se reflejaba su rostro, que estaba perdiendo las palabras. Yo sabía que en este mundo habría un espacio donde no existían las palabras.
El silencio era así.
El pesado aire se multiplicaba en el espacio y yo no podía aguantar un espacio como encajado.
Sentí que no podía más estar en su habitación.
Por eso decidí salir.
En este momento su habitación ya no era un lugar dulce sino amargo.
No le decía nada porque pensé que sería mejor sin conversación.
Mantenía un sentimiento de corazón frío, abrí la puerta de la pesada habitación. Justo antes de salir de su habitación regresé a ver adentro. Dos vasos vacíos estaban en la mesa. Los colores rojos se quedaron las en orillas de los vasos. Me impresionaba esta imagen que vi.
Salí.
La voz baja le dijo:
—Adiós.
Y ella me dijo:
—Eres absurdo.
Por el cierre de la puerta se interrumpió la alta voz de ella
Después de haber cerrado la puerta, el espacio se exponía totalmente diferente. No había ningún sonido. Este espacio, como las olas, se iba lejos. Desapareció todo ese sentimiento que tenía justo antes. El espacio era como un ente separado entre la habitación y el pasillo por sola una puerta.
Yo pensaba: ¿es verdad que sólo existe un espacio?
Yo creía que había varios.
“No sé cuantos”, yo diría en mi monólogo interior.
Comenzaba a andar por el pasillo, aún el silencio completamante dominando.
En este lugar y tiempo sentí el silencio de la eternidad.
La eternidad que nunca escapa por ella.
Sentí algo horroroso.
El sonido del ascensor hizo eco en el espacio.
De repente la pasada imagen se me ocurrió.
E interrogaba a mí mismo.
¿Que éramos?, ¿no éramos nada?
Contestaba a mí mismo para dejar la imagen del pasado. Solamente pasábamos tiempo para evitar la soledad y decíamos solamente las parabras “te quiero” para escapar de estar solos.
Fuimos… nada más.
Fingimos todo, fingimos lo divertido, fingimos reír hasta que amar también pretendíamos.
Por ende éramos nada.
Esta era mi respuesta.
Creía que no había habido nada de verdad entre nosotros, todo era Pseudo.
Esta era la verdadera figura de nosotoros.
Cuando pensé esto, el ascensor llegaba a la planta baja.
Me preocupaba el tiempo, vi mi reloj y pensé,
En esta madrugada, ¿podré coger un taxi?
Con mi preocupación salí a la calle. No había ningún taxi ni nadie andaba. En la ciudad había una calma como un horroroso fantasma que vivía. Como el nombre del fantasma era el silencio. Pero este horroroso silencio, yo lo sentía muy agradable, porque por fin yo podía obtener estar sólo con el silencio y la tranquilidad. Ni tampoco tenía inquietud por el futuro.
Comenzaba a andar.
Andaba algunos minutos pero no corría ningún taxi.
Cuando entraba más en el centro de la ciudad, ya me acostumbraba a este silencio.
La ciudad parecía que estuviera durmiendo.
En la dormida noche, a las tres era difícil encontrar un taxi aun en una ciudad metropolitana.
De repente comenzaba a llover en silencio; la ciudad se coloreaba ligera de color blanco. Al principio era muy floja, muy sensible, por eso esta lluvia era muy agradable en la noche de verano. Por siempre la lluvia del comienzo de verano es un alivio del calor del verano. Aquella noche también aliviaba ligeramente el calor.
Mientras, siguió la noche de silencio. Sin embargo, la lluvia poco a poco se volvía fuerte. La nube de la noche gris era muy baja y chocaba con el color de la oscuridad de a las tres de la madrugada.
Inesperadamente, una gota de lluvia caía en mi mejilla.
Esa gota se derramaba como la lágrima mía.
Yo no borraba esta gota porque quería pretender llorar por el recuerdo del pasado.
Con mi pseudolágrima andaba.
Pasaba un taxi, pero estaba muy lejos de mí. Y luego, cuando desapareció el taxi, otra vez dominaba el profundo silencio de la ciudad. En la lluvia de verano yo dialogaba conmigo mismo.
“¿Ha ocurrido algo en mí?”
“¿Era verdad que fue la nada?”
“Como siempre yo era la nada, ¿no?”
“Con ella tampoco yo era nada, ¿no?”
“Solamente no quería pasar tiempo estando solo”.
“Nada más”.
“Pretendí todo”.
Sí que soñabamos mucho el futuro, pero ya todo había sido el pasado, como un viento que sale. El viento que no podía obtener ni tampoco detener. A partir de pensar esto, sentí la soledad como nunca la sentía. Pero esto era lo que yo deseaba desde hacía largo tiempo.
En la soledad también reconocí la figura de pasado y la figura del Pseudo. Con estas figuras ya el tiempo estaba acercándose a la mañana.
En la ciudad tenía una premonición del sonido de comienzo de un nuevo día.
La lluvia seguía cayendo muy fuertemente con la claridad de la fuerza de la naturaleza.
En la fuerte lluvia sentí que la existencia humana sólo había ocurrido en un fenómeno,
y todo consistía en el mundo acompañado del pseudo.
Pensé que mi vida es solamente correspondiente de los fenómeno pseudo, nada más.
Por eso quería decirte: “no me preguntes por qué te dije ’adiós’”.